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sábado, 9 de enero de 2010

AMANECE



Amanece.
Me dirijo rápidamente al cuarto de baño intentando que el frío no me atrape. Me ducho despacio, recreándome en el impacto del agua caliente sobre mi piel todavía dormida.
Abro las contraventanas y observo el cielo oscuro apunto de empezar a colorearse. Apoyado en cristal del balcón, me fijo en los tejados amontonados en el horizonte que conviven en armonía, formando un paisaje interminable. Dos antenas inclinadas parecen intentar acercarse la una a la otra, como si quisieran rozarse y demostrar su cariño. Ocho solemnes campanadas abren el día y rompen el silencio de esta mañana de invierno. El barrio espera tranquilo a que se despierten los noctámbulos, que vierten su resaca entre almohadones de plumas. Las calles desiertas cierran los párpados una última vez y respiran hondo, cogiendo fuerzas para empezar un nuevo día.
Un hombre fluorescente arrastra con su escoba los restos mutilados de uno de los primeros días del recién estrenado año. El viento sacude los árboles más frágiles, que, en cada golpe deja caer sus hojas de nostalgia. Los indigentes de la plaza caminan en círculos para entrar en calor, con la mirada perdida en su etílica inercia.
Las sabanas tendidas en un ático ondean violentamente intentando escapar de las pinzas que la retienen y observo a su dueña saliendo a la terraza recogiendo apresuradamente, evitando la inminente huida de su ropa de cama. Una manada de pájaros dibuja formas en el cielo hasta sobrevolar mi edificio y desaparecer. Dos diminutas ventanas se iluminan en un edificio lejano, como si fueran dos ojos atentos a lo que esta por venir. Los vecinos mas madrugadores pasean a sus temblorosos perros por las aceras…o al revés. Los cristales del balcón parecen finas capas de hielo. Me pongo el abrigo y me dispongo a salir. Camino envuelto en tres capas, con los ojos llorosos por el aire helado. Intuyo a un bebe en las profundidades de un carrito lleno de mantas coloridas. De repente mi mente vuelve a su lugar real cuando al girar la esquina diviso la entrada del metro. Tras descender los 63 escalones, espero paciente y en silencio el grafitado tren que me transportara a mi trabajo diario, donde de nuevo, rasos, sedas, brocados, purpurinas, brillos y destellos me acompañaran el resto del día para darme el calor y la pasión real a mis ojos y a mi corazon...

4 comentarios:

uVe dijo...

Hay que ver lo que inspira echar un ojillo al entorno mientras uno se ducha ^^!!!
Brrrr, qué frío!!!

Un abrazo, Ricard, y que tengas una semana estupenda.

antonio dijo...

Que barrio más entretenido que tienes Ricard!,yo por las mañanas no veo nada de nada hasta que me despierto un poco,después ya empiezo a ver algo más.
Saludos!

los pensamientos de lucy dijo...

! Qué bonito! y... !qué frio!

Anónimo dijo...

Esto es precioso Ricard es una descripción muy hermosa llena de colorido, de corazón de metáforas sabes que me gusta esta forma de expresar lo que ves por que esta llena de vida parece que cada linea respira y late sobre el papel

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